viernes, 23 de agosto de 2013

Mi caminar por El camino...por Mi camino

Son las 7:00 de la mañana, el sol empieza a acariciar tímidamente los tejados con el permiso de una huidiza niebla que parece querer escapar de los cálidos rayos que sumerjan a la tierra en un nuevo día. Las gaviotas vuelan y graznan despidiendo a un grupo de 53 peregrinos que no saben a que se van a enfrentar, que no saben que les espera, si será duro, si será intenso, si habrá un final y si llegarán a el, 53 peregrinos que…casi no se conocen entre ellos. 53 voces, 53 interrogantes iguales; ¿Qué hago yo aquí?, 53 almas y al menos 53 razones, 53 corazones, 53 pares de pies que caminan al ritmo de sus latidos, al ritmo que les marcará el camino porque en el camino hace falta condición física, pero también hace falta corazón, pero no solo para bombear sangre con brío, también debe impulsar animo a su propietario y animo a los que le acompañan, consuelo a su propietario…y a los que le acompañan, amor fraternal, alegría y hasta júbilo aunque no sea año de jubileo.



            Los sentidos se activan y poco a poco vas haciéndote a la idea de lo que te queda por delante pero también eres consciente de lo que dejas atrás, cada paso es uno menos, han esperado mucho tiempo para esto y la cuenta a la inversa acaba de comenzar porque 53 manchegos fuera de su contexto habitual acaban de encender juntos, sin saberlo, una serpenteante mecha que recorrerá parajes bellos, ascenderá por duras rampas, o en la que encontrará descanso conversando con algún compañero o incluso con algún lugareño.

            Aprenderás a amar el silencio y aprenderás a amar el murmullo. Aprenderás a abrirte a los demás en silencio y te abrirás a los demás al unísono de ese murmullo. Aprenderás a valorar a los tuyos en silencio y de forma sonora lo expresarás sin expresarlo. Aprenderás a valorar el silencio desligándolo del concepto que tiene la mayoría de la gente como algo vacío, llenándolo con tus inquietudes, tus ideas, tus plegarias o tus motivaciones.



            La tierra del camino es agradable. Ver tu huella marcada en ella es un fabuloso indicador, es la muestra mas visible de tu avance y en ese avance comprobarás que la tierra del camino es el soporte de la vida y que el sufrimiento y las lágrimas que derrames en el serán el estímulo necesario para que germinen valores, amistades o incluso recuerdos. Jamás te sentirás solo en el camino, en todo momento te acompañará alguien, por solo que te sientas o que lo estés. Aprenderás a recordar y a disfrutar de los recuerdos aprendiendo a…revivir.



            La compañía siempre será bien recibida y en el camino aprenderás a valorarla. Aunque parezca duro, también aprenderás a estar acompañado y a echar en falta la compañía, porque no todos los peregrinos van a ser compañeros, el camino es como la vida, puedes estar acompañado por alguien y sentirte miserablemente ignorado pero esto; solo es carburante para valorar a las compañías de verdad, sus miradas, sus sonrisas por tímidas y poco esbozadas que sean, sus atentos silencios o sus consejos…el camino es un ejercicio de amistad increíblemente sorprendente, es un taller en el que todos tus sentidos y actitudes se podrán en marcha, tus valores se perfilarán y gracias a miles de aportaciones…el camino te cambiará.



            ¿DOLOR?

            IMPULSO, el dolor es un estado mental, el dolor se combate, el dolor se supera y aunque pienses en abandonar, eres consciente de que una estúpida palabra de cinco letras no te va a hacer abandonar, no te va a impedir llegar a tu objetivo, no te va a separar de los tuyos, al contrario, te va a impulsar y te va a enseñar a no maldecir, te va a enseñar a avanzar y a sentir satisfacción, va a hacer que creas en ti mismo, va a hacer que valores tu trabajo y tu esfuerzo, te va a reafirmar como persona.




            Durante el transcurso del camino y tras hablar con diversas personas te darás cuenta que el camino es un baúl de secretos intercambiados, se te confiarán secretos y tu confiarás secretos. Serás consciente de la relatividad de tus problemas y serás participe de problemas mayores, aprenderás a consolar y a intentar acarrear con el dolor de otra persona o a que te ayuden acarreando el tuyo. En el camino forjarás un vinculo de hermandad si así lo deseas, pues encontrarás gente buena, genial, estupenda y hasta incluso conocerás ángeles de carne y hueso con ciertas pintillas “hipilonas”…o tal vez tu lo seas para alguien. Incluso si te descuidas, puedes encontrar un abuelo en el camino…puede pasar de todo.




            Tu bordón o tus bastones serán el menor de tus apoyos, estos se convertirán en prolongaciones de tu cuerpo con los que acabarás estando tan familiarizado que los echarás en falta si no caminas con ellos; los apoyos, en el camino conocerás a alguien que se convierta en un apoyo, en el bastón mas necesario en la cercanía del camino…acabarás estando tan familiarizado que lo echarás en falta, no solamente en el camino, sino en el día a día.



            Dicen que “con pan y vino se anda el camino” aunque yo creo que esto no es así. Yo creo que “la oración, junto al pan y al vino son el mejor sustento del peregrino”. En el camino serás consciente de las miles de formas que hay para rezarle a Dios, incluso te darás cuenta, que agradecer algo, ayudar o compartir, son la mejor oración hecha realidad que puedes ofrecerle a El Señor.



            Y los paisajes…recorrerás un mundo de fantasía, creerás tocar el cielo al culminar una cuesta, caminarás al arropo de hileras de árboles a ambos lados del camino cuyas copas se abrazan formando la bella bóveda del templo del “caminar por el camino” mientras el sonido del agua te parecerá una perfecta sinfonía. Descubrirás bellas estructuras, seguro que los horreos te fascinarán y si le pones un poquito de imaginación podrás compararlos con cualquier iglesia, ya sea una humilde ermita o una majestuosa catedral, Dios nos protege en su interior, dentro de su “horreo” como la mejor de las cosechas, como su bien mas preciado, al igual que el labrador lo hace con las suyas.




            Sin darnos cuenta han pasado ya varios días. Son las 10:30 de la mañana y el sol luce espléndido en lo alto de la bóveda celeste, vas atravesando Santiago a toda máquina y con la sensación del trabajo bien hecho, las gaviotas vuelan y graznan dando la bienvenida a un grupo de 52 peregrinos que avanzan con el espíritu del peregrino número 53, con el en su recuerdo y con el lamento por no tenerlo junto a ellos como motivación extra, salir juntos y llegar juntos como forma de caminar el camino. La travesía se hace eterna hasta que bajas unas escaleras cruzando un arco en el que hay apostado un gaitero, ya huele a Obradoiro, ya se empieza a saborear la gloria y sin darte cuenta a tu izquierda se alza majestuosa la Catedral. La mecha está casi tocando la pólvora, pero guardando cierto paralelismo con el mito de Prometeo, sin darnos cuenta se ha regenerado y ha comenzado a arder de nuevo, pues el final del camino es el principio de otro.



            Y ahí estaba yo, frente a ella, guardando un minuto de silencio en mi mas intima soledad aunque rodeado por cientos de peregrinos radiantes, sintiendo el abrazo de los míos, de mi familia, de mis amigos, recordando al peregrino que fue y volvió por el mismo camino, el que no tuvo flechas y el que no consiguió Compostela ni reconocimiento, al anónimo, al que me quería parecer yo…hasta que Joserra y Belén me abrazaron e hicieron que me sintiera como el mas afortunado de los desconocidos hecho amigo, una de las muchas bendiciones del camino, de mi vida, del camino de los caminos.



            La última sorpresa se hizo de rogar y el tiempo hizo que esperara impaciente parte de la recompensa, reencontrarme con algunos amigos,mi compadre Carlos, Eva y Gemma, con los que pude hablar de hermanos y de EL, de uno de mis motivos, de uno de mis guías y de uno de mis mejores amigos, de El Señor de la Ciudad, de mi Nazareno de San Pedro querido, porque la mejor de las guindas del camino, no podía ser otra que pasar un buen rato con amigos, hablando de buenos amigos.





            Te sitúas tras Santiago y vuelves a preguntarte; “¿Qué hago yo aquí? La verdad es que no lo se”. Te respondes a ti mismo, te tomas una pausa y concluyes tu intima respuesta: “De momento le doy el abrazo a Santiago y le prometo que el año que viene, nos vemos”.



         Desde aquí quiero expresar mi agradecimiento a toda la gente que ha hecho posible esta aventura, este camino, el primero de la que espero sea una larga lista. Quiero dar las gracias al equipo de intendencia de la Diócesis, es impresionante el trabajo que hacen. Otro punto muy importante es el equipo de sacerdotes que junto al obispo nos han enseñado miles de cosas, pero sobre todo, a ver de una manera mas humana y diferente sus posiciones, con gente así da gusto, Gracias de corazón.